Compartimos con los lectores la bellísima nota que escribió el querido amigo Lautaro Ortiz para el diario Página 12 el pasado 24 de octubre (aquí pueden leerlo directamente).
La recuperación de "Cinco hombres en Marte"
Por Lautaro Ortiz
En agosto de 1941 en las cercanías del Dique San Roque, el potentado Silvio Villanueva ordenó la construcción de un artefacto de acero con forma de bala, tres misteriosas puertas y diversos alerones. Bautizó a la máquina “Argentina” y fue la admiración de todo el pueblo. El 14 de ese mismo mes, el financista y cuatro tripulantes jóvenes partieron estruendosamente hacia el cielo gracias a la propulsión de dos enigmáticos combustibles: el Genilo y el Alenita. Pero fue recién el 26 de febrero de 1943 que el semanario Figuritas, la revista del escolar en su N° 346 publicó la verdadera historia de aquel fatídico viaje de los primeros cordobeses en levantar el polvo rojo de Marte.
Obra de ficción del lunfardista y poeta Fernando Hugo Casullo (expulsado de la Academia Argentina del Lunfardo y borradas sus huellas, tras una disputa, por orden de un vengativo José Gobello) la novela Cinco hombres en Marte –por primera vez recuperada y publicada en formato libro a través de Ediciones Ignotas– fue escrita con un único propósito: entretener a los transpirados lectores durante el largo receso escolar del ’43, año que marcó el auge de las publicaciones ilustradas y de arte en Argentina, y fue uno de los puntos más altos de exportación de libros y folletos nacionales.
En ese propicio contexto editorial aparece la obra de Casullo que hoy, como señala el prologuista Pepe Muñoz “a falta de otros antecedentes”, puede considerarse la primera novela de la ciencia ficción interplanetaria moderna escrita en nuestro país. Moderna en relación al espíritu que la anima, es decir, de aventura pura, peripecia tras peripecia, sucesión de acciones sin escalas reflexivas –satíricas o de crítica social– a la que tanto apelaron los fundadores del género como Viaje maravilloso del señor Nic-Nac de Holmberg u otros textos de principios del 1900.
Casullo evitó los ripios y fue al grano. Era consciente del medio y del modo de publicación: Figuritas competía en temas didácticos con la mítica Billiken y el novelón debía caber en una sola entrega a cuatro columnas de apretada tipografía. Para evitar la somnolencia lectora el autor optó por capítulos breves y una escritura simple que, además, se apoyaba en las poderosas ilustraciones del virtuoso Manuel Alejandro Martínez Parma (dibujó para La Razón, y para la colección Robin Hood). En Figuritas se destacaban, entre otros, Carlos Clemen con su tan nombrada historieta Urania y Pedro Gutiérrez que ya había hecho para Cara Sucia en 1940 la increíble Hacia mundos extraños (rescatada recientemente por el escritor y editor Mariano Buscaglia) donde se narra al modo del historietista norteamericano Alex Raymond la primera invasión de insectos extraterrestres que descienden y destruyen la calle Florida. Esta obra de Gutiérrez, que anticipó en 17 años a la invasión de El Eternauta, fue leída sin dudas por este nuevo Casullo que se suma a la literatura visible argentina.
A diferencia de otras novelas del género, Casullo nunca permitió que los cinco cordobeses hicieran turismo en el planeta rojo: los enfrentó a dinosaurios, los hizo cruzar una selva inimaginable, los puso a correr desesperados ante la aparición de arañas de pelaje rojo, los mandó a lidiar con murciélagos de tres metros de alto, a trabajar a la par con la comunidad marciana en plena evolución (que tristemente tomara los mismos y nefastos caminos que la sociedad humana), y les ordenó descifrar dos papiros antiguos que revelaban la existencia años antes de los egipcios que habrían surcado el espacio a bordo de unas naves metálicas con forma de aceitunas.
El tufo pesimista se acentúa cuando la troupe argenta, tras cinco años de convivencia cordial con la tribu marciana, empieza a añorar el terruño y deciden emprender el regreso. Mientras realizan los preparativos logran una inédita comunicación con la Tierra gracias a unas torres eléctricas marcianas que provocaban “una contradicción en las leyes de la conductibilidad”. Así se enteran que en la Tierra los esperan: “Desde el observatorio particular de mi villa en Buenos Aires, he seguido vuestro viaje y ahora soy feliz al captar vuestros mensajes. Seguid transmitiendo. Un amigo os escucha”. Se trata de Rodolfo Meyer una suerte de radioaficionado que los insta, “en nombre de los sabios del mundo entero” a volver y dar a conocer lo visto”. Los cordobeses felices apuran el retorno pero llega el desastre. Una gran ola de agua marciana sacude el planeta y barre con todo, incluso con los tripulantes del cohete-bala “Argentina”.
Cualquier reproche en cuanto al modo de narrar (la prosa) tiene su contrapeso con la imaginería desbordante que puso en juego Casullo, y su habilidad para hacer que las dudas del lector (¿qué pasó? ¿qué eso?) se conviertan en preguntas innecesarias. No hay tiempo para lectores incrédulos. Y el final abrupto, inesperado, acaso sea un gran hallazgo de Casullo.
Algo de esto también observa en un extenso y riguroso estudio el ya mencionado Muñoz: “La presura de su redacción y la nula revisión por parte del autor casi la deja en el estado de un bosquejo, lo cual, no necesariamente, le juega en contra. El texto mantiene una frescura y un ardor juvenil casi primigenios. No es la mejor novela de género escrita en nuestro país, ¿pero qué novela necesita ese adjetivo para ser recordada?”.
La constante exhumación de obras publicadas originalmente en revistas de kioscos durante el período comprendido entre 1940 y hasta poco más allá de 1955, no se explica sólo analizando la huella Durkheim, también es necesario señalar el gran salto ejercido por el mundo del coleccionismo que comprendió la ventaja de trocar “acopio” por “memoria”. Junto al espíritu renovador que impusieron las editoriales independientes –ese saludable desparpajo de publicar lo que se les canta–, el coleccionismo hoy completa en cuanto a la cultura del folletín y a la imaginería de las rotativas, el vacío existente en las instituciones de resguardo cultural, las cuales fueron atacadas por la maquinaria Libertadora.
Por eso la revisita a obras como Cinco hombres en Marte no debe considerarse hallazgo o mera curiosidad bibliográfica, sino parte de un iceberg fenomenal que está exigiendo reformular ciertos criterios académicos historicistas en cuento a la genealogía, desarrollo y muerte de una diversidad de géneros y subgéneros literarios. Esta publicación así lo demuestra.
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